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lunes, 26 de marzo de 2012

La Orden del Temple en la Región de Murcia (1266-1310)



La condición de monjes-guerreros de los caballeros del Temple, como los de otras muchas Ordenes (Hospitalarios, Calatrava, Santiaguistas, etc) no fue un fenómeno en exclusiva del mundo cristiano, sino general de la época pues también en el lado musulmán e incluso antes que del lado cristiano, existían los cuerpos de elite de guerreros-religiosos. Sin embargo, la leyenda que envuelve el trágico final del Temple añade un velo de misterio y profundidad sin parangón que ha perdurado hasta nuestros días. La capital murciana y la frontera del Noroeste se rindieron a sus pies y quedaron durante un tiempo bajo su sabia tutela. Los templarios ejercieron de consejeros de Jaime I y Alfonso X en la toma de grandes decisiones que afectarían al desarrollo histórico de la Región.

La Orden del Temple, de origen francés, llegó a la Península en torno al 1129, ya en plena Reconquista, para colaborar activamente en ella. Sus actuaciones les granjearon muy pronto un merecido prestigio de buenos guerreros, interviniendo en Murcia a partir de 1266. En la capital la capitulación se llevó a cabo ante Jaime I, pero sus condiciones apenas se mantuvieron unos meses ya que pronto se hizo cargo de la responsabilidad Alfonso X. Pues bien, durante ese corto espacio temporal que fue de febrero a junio de 1266 de influencia del aragonés, los Templarios recibieron en propiedad el Alcázar Nasir. Posiblemente cuando se hallaba al frente de ellos Pedro de Queralt, lugarteniente del Maestre de Aragón (es probable que también la fundación del Hospital de Santa Catalina sea de este momento).

Además del magnífico Alcázar, Jaime I donó al Temple otras muchas posesiones, según reza la real carta fechada el 7 de marzo de 1266 y escrita en la misma Murcia: ¿... Damos y concedemos a Dios y a la Orden del Temple Militar para siempre por herencia propia, franca y libre, casas que son de Abu Kalach, Aben Mahomat y Algonfan, de las mismas casas, la que está edificada delante de aquél, que ciertamente están en Murcia, en la parte de los cristianos y se enfrentan de una parte ( a unas casas que) se dice de Rebot Alahuet y a las casas de Abenabdalacid. Damos y concedemos a Dios y a la Ordenantedicha, para siempre, todo lo que fue de Alfofaxer, y se enfrentan desde dos partes al (muro) y de otra parte a la vía pública y de otra a las casas Alfacham. Predichas asi las casas y huertos...¿ Estas casas son de extramuros y podrían situarse hoy aproximadamente, desde Las Claras hasta la calle de Jaime I el Conquistador.

Aquel mismo año, pero ya desde Barcelona, Jaime I dispone lo siguiente: ¿...Por la gracia de Dios, el Rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, los compañeros de Barcelona y de Urgel y el Señor de Montispessulani, por nosotros y por el ilustre rey de Castilla y los suyos, damos y concedemos a Dios y a la Orden Militar del Temple, para siempre, por herencia propia, franca y libre, casas que fueron de Abdelhac Alimahomet Abnibiniambra y el granero de las mismas casas que están ante la puerta de éste. Ciertamente las casas que están en Murcia, en la parte de los cristianos que se enfrentan de una parte a la vía pública que se dice de Rabac Alahubet y a las casas de delante, y de otra a la vía que se dice de Navat, de otra a las vías que se dicen de Zarhan y de otra a las casas de Aben Abdelaziz. Damos después que las asignaramos y dimos a la Ordenantedicha para siempre el huerto que fue de Dalfossayex y se enfrenta desde las dos partes al muro de la ciudad¿...

Como puede verse, en esta segunda carta de donación el Rey confirma las propiedades otorgadas meses antes y añade algunos datos destacando los referidos a las vías de Zarhan y de Navat, que se suman a la ya citada en Marzo y denominada Rabac Alhubet.
Reinstaurado el poder y la influencia castellana, se rectificaron las capitulaciones aragonesas con la hábil diplomacia del Maestre del Temple Lope Sánchez. Concede entonces Alfonso X grandes señoríos a las Ordenes Militares en zonas fronterizas de escasa población, con lo que se ganaba seguridad para el reino y el desarrollo de ciertas actividades económicas.

A los Templarios se les había donado la bailía de Caravaca que abarcaba Cehegín y Bullas. Desde el primer momento se les respetó la posesión de la Alcazaba con Dar-ax-Xarife (Ayuntamiento actual) y el alcázar Nasir, la Torre de Caramajul, jardines, huertos, baños y una mezquita.

En 1282 el Ayuntamiento de Valladolid depuso a Alfonso X y nombró regente a su hijo Sancho, pero los Templarios continuaron fieles a don Alfonso, tanto en la ciudad de Murcia como en la bailía, lo que no resultó del agrado del futuro Sancho IV quien poco después intentaría quitarse esta espina clavada en su orgullo. En 1283 falleció Alfonso dejando claro en su testamento el deseo de ser enterrado y custodiado por los Templarios de Murcia. Fue albacea y encargado de llevar a buen término los deseos testamentarios del monarca el templario Fray Juan.

Tres años después, concretamente en 1285 cuando era alcaide de la fortaleza templaria Bermudo Méndez, Bullas cayó en manos de tropas musulmanas. Pudiera ser que se tratara de un tal Zaen (Abenbucar Abuzayen), capitán de unos cientos de jinetes que tuvo en jaque en toda la frontera a las tropas cristianas hasta fines de siglo. El caso es que al pobre Bermudo se le acusó de tener la fortaleza mal defendida y aunque en última instancia sus tropas lograron reconquistarla, al final el mal estado en el que quedó aconsejó fuese derruida. El resultado final fue que Sancho IV acabó castigando a los Templarios mediante la anexión de sus tierras a la Corona, temporalmente.

En 1296 el reino de Aragón se hizo con el territorio murciano en detrimento de Castilla y así lo mantuvo en su poder durante nueve años. De este período existe noticia de la mediación de Jaime II entre los Templarios y el caballero Guillén de Anglesola, así como dos interesantes cartas que afectan directamente al Temple en Murcia. Ambas misivas están firmadas por el rey y en ellas se pretender dar solución a un contencioso pecuniario con influyentes prestamistas en el que tiene parte indirecta la Orden. La primera de las cartas está fechada el 3 de agosto del año de gracia de 1296 y va dirigida al Comendador Templario de Caravaca, fray López Pays, a quien el monarca conmina para que la Orden restituya sus bienes a dos personajes del colectivo judío: Moisés Yuzett y su hermano Albolazat, vecinos de Mula.

Dos años después, un 26 de mayo, Jaime II vuelve a enviar otra misiva; esta vez dirigida al Procurador General del Reino de Murcia, Jaime Xericá, en la que se menciona a los Templarios en relación con otro contencioso de parecido corte en contra del hidalgo Guillén de Anglesola.

En 1304 tuvo lugar un interesante acontecimiento cuando unos cuatrocientos caballeros templarios, en unión con Ibn Rahhu de Lorquí llevan a cabo una expedición a tierras granadinas que resulta todo un éxito, recorriendo todo el valle de Almanzora. Poco después, en 1307, el Temple fue perseguido por la corona de Francia en la persona de Felipe el Hermoso, persecución que rápidamente se fue extendiendo geográficamente hasta alcanzar a todo el ámbito templario, incluida Jerusalén. En la bailía templaria murciana destacaba entonces como cabeza visible el Maestro Rodrigo Yánez.
A partir de 1309 y hasta 1313, poco a poco, la Orden de Santiago fue apropiándose del territorio templario, desplazando al Temple y consiguiendo sus propiedades de manera definitiva y de forma oficial en 1344, con Alfonso XI.